Síndrome de fragilidad: ¿Qué provoca y cómo tratarlo?

El síndrome de fragilidad es un estado clínico caracterizado por una disminución en la reserva fisiológica y una mayor vulnerabilidad […]

Fecha: 03/06/2025

El síndrome de fragilidad es un estado clínico caracterizado por una disminución en la reserva fisiológica y una mayor vulnerabilidad a estresores externos, lo cual incrementa el riesgo de eventos adversos como caídas, hospitalización y mortalidad. Este artículo explora las causas, mecanismos fisiopatológicos y estrategias terapéuticas sobre el manejo de esta condición en la práctica clínica contemporánea.

El síndrome de fragilidad es un tema de creciente interés para médicos y especialistas en medicina interna debido al envejecimiento poblacional y su impacto en los sistemas de salud. Alcanzar un diagnóstico precoz y diseñar estrategias terapéuticas adecuadas son aspectos desafiantes dada la complejidad multifactorial de la condición. 

El concepto de fragilidad combina elementos biológicos, sociales y psicológicos, vinculados principalmente con el envejecimiento y enfermedades crónicas. Según datos recientes, la prevalencia puede alcanzar hasta un 27% en adultos mayores de 65 años dependiendo del contexto geográfico y clínico (1,2). A pesar de los avances en el conocimiento, persisten importantes vacíos respecto a intervenciones costo-efectivas para su prevención y tratamiento.

Síndrome de fragilidad, ¿en qué consiste?

1. Fisiopatología

El síndrome de fragilidad es consecuencia de procesos biológicos complejos que incluyen inflamación crónica de bajo grado, disfunción mitocondrial, desequilibrio hormonal y sarcopenia. Estudios han identificado biomarcadores clave como interleucina-6 (IL-6), factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y niveles disminuidos de factor de crecimiento similar a la insulina tipo 1 (IGF-1) (3). Estos desequilibrios llevan a una pérdida progresiva de masa y funcionalidad muscular, que subyace a las manifestaciones clínicas más relevantes de la fragilidad.

2. Factores de riesgo

Los principales factores de riesgo incluyen edad avanzada, género femenino, inactividad física, malnutrición, y enfermedades crónicas como diabetes mellitus, enfermedad renal crónica y síndrome metabólico. Además, determinantes sociales como el aislamiento, bajos niveles educativos y pobreza también contribuyen a su desarrollo (4).

3. Diagnóstico

El diagnóstico se basa en herramientas validadas como el modelo fenotípico de Fried, el cual identifica cinco criterios principales: pérdida de peso no intencionada, debilidad muscular, fatiga, lentitud al caminar y bajo nivel de actividad física (5). Otro enfoque incluye el uso de escalas de acumulación de déficits que consideran factores como comorbilidades, discapacidad y aspectos psicosociales.

  • Modelo fenotípico de Fried: Este modelo evalúa cinco criterios principales para identificar la fragilidad. Incluye:

    • Pérdida de peso no intencionada: Una disminución significativa de peso en un periodo corto sin causa aparente.
    • Debilidad muscular: Evaluada a través de pruebas de fuerza, como el dinamómetro de mano.
    • Fatiga: Sensación frecuente de cansancio o agotamiento reportada por el paciente.
    • Lentitud al caminar: Medida mediante pruebas de velocidad de marcha en un tramo corto.
    • Bajo nivel de actividad física: Determinado por cuestionarios o autoinformes sobre actividades diarias.

  • Escalas de acumulación de déficits: Estas herramientas consideran múltiples variables para obtener un puntaje que refleja el nivel de fragilidad. Incluyen:

    • Comorbilidades: Número y gravedad de enfermedades crónicas presentes.
    • Discapacidad: Limitaciones funcionales en actividades diarias básicas o instrumentales.
    • Factores psicosociales: Variables como aislamiento social, depresión o falta de apoyo familiar.

  • Pruebas funcionales adicionales: Se utilizan pruebas como el "Timed Up and Go" (TUG) o la evaluación de la fuerza de prensión manual para complementar el diagnóstico y monitorear progresión.

4. Opciones terapéuticas

Las intervenciones terapéuticas deben ser multidimensionales e individualizadas. El ejercicio físico, particularmente el entrenamiento de resistencia y fuerza, constituye la base para mejorar la capacidad funcional. Además, la optimización nutricional, incluyendo suplementos proteicos y vitamina D, es crucial. Programas multidisciplinarios que integren fisioterapia, manejo de comorbilidades y apoyo psicológico han demostrado beneficios adicionales (6).

5. Evaluación y monitoreo continuo 

El seguimiento regular es esencial para evaluar la efectividad de las intervenciones implementadas y realizar ajustes según sea necesario. Las evaluaciones periódicas deben incluir mediciones de fuerza muscular, capacidad funcional y composición corporal para garantizar una progresión adecuada. Asimismo, es importante monitorear adherencia al programa terapéutico y evaluar posibles barreras que puedan limitar los resultados esperados. El uso de herramientas como cuestionarios de calidad de vida puede proporcionar información valiosa sobre el impacto global de las intervenciones.

¿Cuáles son los estudios más recientes del Síndrome de Fragilidad?

Un metaanálisis reciente mostró que intervenciones combinadas de ejercicio físico y suplementación nutricional pueden reducir la progresión de fragilidad en un 26% durante un seguimiento de 12 meses (7). Por otro lado, modelos integrados de atención geriátrica han mejorado significativamente resultados clínicos como la reducción en hospitalizaciones y la mejora en puntuaciones funcionales de pacientes frágiles.

El manejo clínico de la fragilidad representa un reto considerable debido a la necesidad de intervenciones personalizadas en un contexto de multifactorialidad. La evidencia actual, aunque prometedora, aún se enfrenta a limitaciones relacionadas con la heterogeneidad de metodologías utilizadas en la investigación y la escasez de directrices específicas ampliamente aceptadas. Comparado con la literatura previa, las intervenciones multifactoriales han ganado consistencia en sus beneficios, destacando la importancia de abordajes centrados en la persona en lugar de tratamientos aislados de comorbilidades.

El manejo adecuado del síndrome de fragilidad requiere un enfoque integral, combinando diagnóstico precoz y tratamientos multidimensionales basados en evidencia. Es fundamental continuar desarrollando investigaciones diseñadas para optimizar intervenciones preventivas y terapéuticas específicas que mejoren la calidad de vida en adultos mayores. Futuras líneas de investigación deben explorar biomarcadores y evaluaciones estandarizadas que permitan mejores resultados clínicos.

Referencias

  1. Collard RM, Boter H, Schoevers RA, Oude Voshaar RC. Prevalence of frailty in community-dwelling older persons: A systematic review. J Am Geriatr Soc. 2012;60(8):1487-1492. doi:10.1111/j.1532-5415.2012.04054.x
  2. Fried LP, Tangen CM, Walston J, et al. Frailty in older adults: Evidence for a phenotype. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2001;56(3):M146-M156. doi:10.1093/gerona/56.3.M146
  3. Ferrucci L, Guralnik JM, Studenski S, Fried LP, Cutler GB, Walston JD. Interleukin-6 and IL-6 receptor antagonist in frailty and age-related illnesses. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2005;60(5):505-509. doi:10.1093/gerona/60.5.505
  4. Morley JE, Vellas B, Abellan Van Kan G, et al. Frailty consensus: A call to action. J Am Med Dir Assoc. 2013;14(6):392-397. doi:10.1016/j.jamda.2013.03.022
  5. Rockwood K, Mitnitski A. Frailty in relation to the accumulation of deficits. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2007;62(7):722-727. doi:10.1093/gerona/62.7.722
  6. Lozano-Montoya I, Correa-Pérez A, Abraha I, et al. Nonpharmacological interventions to treat physical frailty and sarcopenia in older patients. J Am Med Dir Assoc. 2020;21(9):10962-11072. doi:10.1016/j.jamda.2020.07.031
  7. Denison HJ, Dodds RM, Ntani G, Cooper R, Cooper C, Sayer AA. How great is the evidence for frailty interventions? A systematic review and meta-analysis. Age Ageing. 2017;46(2):174-179. doi:10.1093/ageing/afw236

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